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'Conectados por amor': Un teléfono de disco en Ridgefield ayuda a la gente a sobrellevar su duelo

Jacob Shannon (a la izquierda) y Lynda Shannon Bluestein instalan un “teléfono de viento” frente a la histórica Iglesia Congregacional de Ridgebury en Ridgefield.
Meg Dalton
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Connecticut Public
Jacob Shannon (a la izquierda) y Lynda Shannon Bluestein instalan un “teléfono de viento” frente a la histórica Iglesia Congregacional de Ridgebury en Ridgefield.

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Un domingo, no hace mucho, Kate Bagnati se acercó a un antiguo teléfono de disco color crema ubicado junto a una arboleda frente a la histórica Iglesia Congregacional de Ridgebury en Ridgefield.

Levantó el auricular, marcó un número y empezó a hablar.

“Hola, mamá”, lloró al teléfono. “Te extraño. Sé que siempre estás ahí, pero esta es una forma muy bonita de poder hablar”.

La mamá de Bagnati, Grace, falleció hace un año, y el aparato por el que ahora habla su hija no está conectado a ninguna línea telefónica. Se trata de un “teléfono de viento” —una cabina telefónica sin conexión que la gente puede utilizar para sostener conversaciones unidireccionales con sus seres queridos que han fallecido.

“Es un medio para tener las conversaciones que no pudiste tener —las buenas, las malas, las difíciles— y saber que el viento las llevará a quien necesite recibirlas”, indica la reverenda Deborah Rundlett, pastora de la iglesia que hace poco instaló el teléfono de viento.

El teléfono de viento de Ridgefield es el primero en el condado de Fairfield y es uno de los tres que se estima que existen en Connecticut.

El de Ridgefield está ubicado al final de un camino de gravilla, junto a un banco para sentarse. El teléfono está sujeto a un poste de madera con un pequeño tejado y una placa que lee (en inglés): “Este teléfono nunca sonará. Está conectado por medio del amor a la nada y a todas partes. Es para quienes tienen un vacío en su corazón tras haber perdido a un ser querido. Para saludar o despedirse. Para hablar del pasado, del presente y del futuro. El teléfono de viento llevará sus mensajes”.

Un lugar donde normalizar el duelo

Lynda Shannon Bluestein y su hijo Jacob Shannon fueron quienes idearon el teléfono de viento de Ridgefield. Acudieron a la reverenda Rundlett para proponerle colocar el teléfono en su iglesia. Bluestein tiene cáncer terminal y está recibiendo cuidados paliativos. A principios de año, acaparó la atención nacional tras demandar con éxito al estado de Vermont para que eliminara el requisito de residencia para recibir el servicio de muerte asistida.

Bluestein desea que el teléfono de viento sea un espacio donde normalizar el duelo.

“No creo que la muerte de mi cuerpo signifique mi final”, nos explica. “Creo que hay mucho más que eso. Y quiero que sepan que seguimos conectados por amor. Me pareció que tener un teléfono de viento aquí puede servir como un espacio al que mis familiares y amistades podrán recurrir para mantenerme en vida”.

Según My Wind Phone, que ubica y cataloga teléfonos de viento, en los últimos años han aparecido más de 150 teléfonos por todo Estados Unidos.

Amy Dawson creó este sitio web hace un año y medio en honor a su hija Emily, que falleció en abril de 2020.

“El duelo se oculta y se lleva en silencio”, ella comenta. “Si pierdes a tu pareja, a un familiar, o a tu hijo, lo que te otorgan es tres días de luto. ¿Pero qué clase de broma es esa? ¿Así se supone que lo superes? No, no lo superas. La vida simplemente continúa”.

Una idea que nació en Japón, fruto del dolor

Se cree que el primer teléfono de viento fue creado en 2010, a más de 6,000 millas de Ōtsuchi, Japón, por el diseñador de jardines Itaru Sasaki.

De luto por la pérdida de su querido primo, instaló una vieja cabina telefónica en su jardín con un teléfono de disco desconectado adentro. Esto le ayudó a sobrellevar su duelo. Un año más tarde, la región quedó devastada por un terremoto y un tsunami. Sasaki permitió que el público visitara su teléfono de viento, y este se convirtió en un lugar de consuelo para miles de visitantes.

Bluestein espera lograr lo mismo en Connecticut. Su comedor alberga una colección de teléfonos de disco en diferentes colores, todos a la espera de un hogar. Para ella, estos teléfonos son su legado: algo tangible que sus amigos, familiares e incluso desconocidos pueden utilizar para permanecer en contacto con sus seres queridos.

“No me queda mucho tiempo”, afirma, “pero tengo muchas ideas sobre dónde me gustaría que se colocaran los teléfonos de viento en el condado de Fairfield”.

Meg Dalton is the deputy director of storytelling for Connecticut Public where she provides editorial support for the station’s talk shows and podcasts, including the limited series 'In Absentia'.

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