Julia DeFeo es una líder y defensora dedicada a la comunidad que transmite humanidad y corazón en todos los aspectos de su trabajo. DeFeo, una latina de primera generación, nacida y criada en la ciudad de Nueva York por una madre puertorriqueña, lleva consigo las experiencias vividas que todavía definen su visión de liderazgo.
DeFeo es directora ejecutiva del centro Wilson-Gray YMCA en el North End de Hartford, donde lidera con una visión arraigada en la empatía, el empoderamiento y el fomento de espacios seguros y solidarios.
En la sesión de preguntas y respuestas (Q&A) a continuación, DeFeo reflexiona sobre los valores que marcan su liderazgo y las formas en que ella continúa motivando a su comunidad con su presencia, escuchando con atención y nunca perdiendo de vista las necesidades y opiniones de las personas a quienes sirve.
Q: ¿Puedes hablarnos sobre tus orígenes? ¿Qué personas, lugares o valores te formaron?
A: Mi mamá tuvo que luchar por mantenernos a mí y a mis dos hermanas mayores. Nos mudábamos mucho. Para mis 18 años de edad, ya había vivido en más de 40 lugares distintos. Así que había mucha inestabilidad. Sé lo que se siente ser la persona nueva, alguien que no encaja. Sé lo que es crecer con una madre soltera, ver a alguien luchar para que tengas una vida mejor. Y eso fue difícil.
Vi muchas dificultades. Vi adicción. Vi cosas en mi familia —a través de mi madre, mi padre, mis tíos— que me dejaron claro el tipo de vida que no quería. Quería un camino diferente. Y tuve que descubrirlo por mi cuenta, sin guía. Ese tipo de resiliencia me llevó a ser extremadamente independiente.
Como mujer latina, hay ciertas cosas que nos enseñan: se supone que debemos quedarnos en casa, cuidar a los niños y cocinar. Pero yo quería más. No hay nada de malo en ser madre o esposa, pero yo no quería ser solamente eso. Creo que podemos ser mujeres con carreras exitosas, podemos progresar, podemos ocupar puestos de poder y aún así tener familia. No tiene por qué ser una cosa o la otra. Mi valor no está ligado únicamente a ser madre o esposa. Pueden ser otras cosas.
Q: ¿Viste a latinas en puesto de liderazgo durante tu crianza? O, ¿cómo empezaste a imaginarte en un puesto así?
A: No vi mujeres latinas en puestos de liderazgo [mientras crecía]. Incluso en una comunidad que atiende principalmente a comunidades negras y de color, el liderazgo no reflejaba esa realidad.
Cuando comencé a trabajar en un centro YMCA en la universidad, conocí a Amada Santiago, una mujer dominicana y directora de Juventud y Familia. Ella se convirtió en mi mentora y cambió el rumbo de mi vida.
Me acogió bajo su protección y me trató con firmeza y cariño. No era solo, “Eres genial, eres inteligente”. También era, “Tienes oportunidad de mejorar”. Tuvimos conversaciones difíciles en su oficina en las que me llamó la atención, y al principio respondía, “No puedo creerte”. Pero ella siempre me recordaba, “Quiero lo mejor para ti. Quiero que algún día ocupes mi lugar.”
Estaba padeciendo el síndrome del impostor, pensando que no era lo suficientemente buena para liderar. Pero ella cambió esa mentalidad, no solo con sus palabras, sino enseñándome cosas que nadie más me había enseñado jamás. Ella me enseñó a llevar un presupuesto, finanzas, todas esas cosas que nunca aprendí en la escuela ni en casa. Inicialmente, no le vi el valor. Solía preguntarle, “¿Por qué me estás enseñando esto? ¿No tenemos un gerente comercial?” Y ella contestaba, “Porque necesitas saberlo”.
Ella siempre lo abordó desde esa perspectiva, como mujer latina. Yo pensaba que ya estaba creando ideas innovadoras, pero ella me ayudó a ir más allá. Le debo mucho a ella.

Q: ¿Cómo ha influido tu identidad como latina en tu forma de liderar, pensar o trabajar?
A: En todas las formas y maneras posibles. Tengo sazón. Ese es mi superpoder. Soy una mujer latina, soy apasionada.
Cuando era niña, me enseñaron a sentarme, quedarme callada y hacer lo que tenía que hacer: agachar la cabeza y trabajar. Pero no. Yo digo, levanta la cabeza y trabaja. Levanta la cabeza y exprésate. Hay una manera de aprovechar ese superpoder: ser ruidosa y apasionada de una manera que obligue a la gente a escuchar.
Por mucho tiempo sentí que tenía que minimizarme. Ser callada. Mantener la compostura. No ser “demasiado”. Y como mujer, especialmente como latina, una siente que tiene que encajar en espacios como los demás. Pero ese no es el caso.
Incluso en la forma en que me expreso— mis aretes, los pantalones rosa intenso que suelo ponerme— esa es quien soy. Ahí es cuando me siento más cómoda. Eso es lo que me motiva. Quiero que la gente me mire y vea lo que pueden ser. Lo sé porque estuve allí, y podemos hacer esto juntos.
Q: ¿Qué te inspiró a dedicarte a este campo? ¿Hubo un momento específico que despertó tu interés?
A: Siempre supe que quería trabajar con jóvenes. Cuando era más joven, no tenía a nadie en quien pudiera confiar consistentemente. Esa necesidad estaba dentro de mí, y sabía que quería compensarla.
Comencé en un programa extracurricular en la YMCA, en un puesto de estudio y trabajo, y pensé, ‘Esto es exactamente lo que quiero hacer’. A partir de entonces, hice de todo— campamento de verano, programas extracurriculares, primera infancia, adolescentes, campamento de natación— cualquier programa donde pudiera entrar, yo quería participar.
Mi pasión es conectar con los jóvenes y sus familias. Al despertar, necesito saber que tengo un propósito. Necesito saber que estoy generando un impacto positivo. Cuando te sientas con un niño en un campamento y crees que solo estás haciendo manualidades, no es así. Estás influyendo en ellos de tantas maneras diferentes. Pasan los años y, de pronto, eres el consejero de sus hermanos, vas a sus fiestas de cumpleaños, conoces a toda la familia. Das un paso atrás y te das cuenta de que esto es una comunidad.
Este trabajo es 24/7. Uno no se desconecta. No es como decir, “Ya son las 5 p.m. ¡Adiós, equipo!”. Quiero que la gente sepa que estoy aquí de verdad, no solo para cobrar un sueldo. No se me ocurre nada más que yo pueda hacer que me haga sentir así. Es hermoso. Es un legado.
Incluso ahora, pienso en cómo no tuve un consejero de campamento a quien recordar, pero tal vez algún día, un niño dirá, “Tuve una consejera llamada Julia”, y así es como doy algo a cambio.

Q: Al reflexionar sobre cómo llegaste hasta aquí, ¿qué consejo le darías a las jóvenes latinas que buscan su propósito en la vida?
A: Haz lo que te inspire, sigue lo que te motive. ¿Qué hace que tus ojos se iluminen? ¿Qué hace sonreír a tu corazón? Ese sentimiento no es una coincidencia. Está ahí por una razón y hay un propósito detrás de él. No importa si crees en Dios o no, hay un poder superior que te guiará por todo esto.
¿Seguirá siendo difícil? Absolutamente. Te enfrentarás a dudas, al síndrome del impostor y al cansancio. Pero si estás siguiendo tu pasión y propósito, vale la pena. Solo tienes que trabajar, dedicar tiempo y hacer sacrificios.
También tienes que pensar en cómo puedes hacerte ver y oír en estos espacios. Porque no están acostumbrados a personas que se parecen a nosotros, suenan y hablan como nosotros, o actúan como nosotros. Así que tienes que aprender a hablar su idioma sin dejar de hablar el tuyo.
Rodéate de personas que crean en ti. Eso es lo que marcó la diferencia para mí. Encontré a mi gente en la YMCA, personas que, cuando propones una idea loca, proponen otra idea aún más loca y la pone en práctica. A veces, tu gente no es tu familia; son las personas que aparecerán en tu camino. Ellos también forman parte de tu camino.
Q: ¿Puedes contarnos sobre algún momento específico que te haya reafirmado que este es el trabajo que querías hacer?
A: Yo era una mujer joven que se disponía a asumir un cargo de liderazgo por primera vez, sentada a una mesa con personas que tenían más experiencia, ocupaban puestos más altos y no se parecían a mí ni pensaban como yo. La conversación era sobre adolescentes que se estaban metiendo a escondidas al edificio. La pregunta que se estaban debatiendo era: ¿Cómo impedimos que entren?
Recuerdo estar sentada allí pensando, estamos abordando todo esto de manera incorrecta. En ese momento, tuve que decidir: ¿Me quedo callada y me conformo con mi silencio, o digo lo que pienso?
Ese fuego en mí siguió creciendo hasta que finalmente dije, “Oigan, creo que estamos abordando esto de forma incorrecta. Estamos enfocándonos en mantenerlos fuera. ¿Y si hablamos de cómo atraerlos? ¿Cómo sería eso?”. Si llegan adolescentes y se presentan conductas problemáticas en el Centro de Bienestar, ¿cómo garantizamos la seguridad? Comenzamos a intercambiar ideas y eso eventualmente dio lugar a la creación de un programa para adolescentes en ese centro YMCA.
Si yo no hubiera estado en ese espacio, eso no hubiese sucedido. Es por eso que la representación es importante. Necesitamos personas dispuestas a dialogar y que piensen de manera diferente, que se pregunten cómo podemos tender puentes en lugar de levantar muros.
Quiero tender la mano. Quiero mostrarle a mi comunidad que se merecen más, que pueden tener más y que hay algo más al alcance. Somos capaces. Somos inteligentes. Somos apasionados. Somos ruidosos. Llevamos el fuego por dentro, no lo apaguemos.
Q: ¿Qué tipo de futuro estás tratando de forjar para tu comunidad y la próxima generación?
A: Quiero tender la mano. Quiero mostrarle a mi comunidad que se merecen más, que pueden tener más y que hay algo más al alcance. Somos capaces. Somos inteligentes. Somos apasionados. Somos ruidosos. Llevamos el fuego por dentro, no lo apaguemos.
Estas puertas no solo están abiertas para mí. Quiero abrirlas para todas mis latinas, para toda mi comunidad. Si puedo ser parte de la comunidad para alguien más, he triunfado. Si alguien escucha esto y entra al centro Wilson-Gray de la Y y dice, “No la conozco, pero leí algo con su nombre y necesito ayuda,” y esa persona se siente vista, escuchada, segura, comprendida y valorada, no hay nada mejor que eso.
Q: Si volviéramos a hablar en 10 años, ¿qué quisieras estar celebrando?
A: En nuestra comunidad latina, escucho con demasiada frecuencia, “No tengo mi bachillerato, así que ni siquiera voy a intentar”. Y siempre digo, ‘te has partido el lomo en el trabajo por cinco, diez años. Eso es experiencia, y eso cuenta’.
Así que si volvemos a hablar en 10 años, espero estar celebrando a más latinas en el liderazgo, y que cuando alguien pregunte, “¿Conoces a una líder latina?”, la respuesta sea que sí, en lugar de no, como fue la mía una vez. Que sea sí, ‘Julia. La vi hablar en el Simposio de Latinas. Aprendí sobre su trabajo en la Y”.
Espero que la gente me vea en esos espacios y se sienta representada, no solo porque estoy allí, sino porque traje a mi gente conmigo. Eso es lo que significa ser un buen líder: no se trata solo de serlo, sino también formar a otros.
Al igual que Amada lo hizo por mí, quiero hacer eso por otras personas. Quiero tener las conversaciones difíciles que motivan a las personas a crecer. Quiero poder mirar a mi alrededor y decir, ‘Cuando me vaya, alguien de mi comunidad está listo para tomar este puesto y poner a otras personas en espacios para seguir progresando.’
Q: ¿Hay algún tema que no hayamos tocado que quieras mencionar?
A: Puedes ser joven y tener éxito. Tienes una perspectiva diferente y un conjunto de herramientas poderosas.
Muchas veces, nos dicen que nos callemos. Pero no. Habla. Exprésate. Tienes buenas ideas. El mero hecho de que tu perspectiva sea la única en la sala no significa que sea incorrecta. Tu juventud es poderosa. Y eso te lo dice la ejecutiva más joven de esta organización.
Latina, dilo. Di lo que hiciste, di lo que estás haciendo, di cuáles son tus planes y el impacto que estás generando. Levanta tu voz. Dilo abiertamente, porque no estamos acostumbrados a oírlo. Y está bien hablar sobre lo bien que te va mientras también elogias a los demás. Porque definitivamente no puedo hacer esto yo sola, y no ha sido así. Pero asegúrate de reconocer tus superpoderes.
Esta historia es parte de una serie Poderosas: Portraits of Purpose, destacando lideres latinas en nuestras comunidades en Connecticut.
Eric Aasen, de Connecticut Public, contribuyó a este reportaje.